viernes, 18 de marzo de 2011

Good Bye ¿Lenin?

 Como a la marcha de un tren en la estación le exhalo mis últimas palabras: Aspettami. Él me mira, sus profundos ojos me recorren, sólo es un segundo, pero me siento como el centro del mundo, alguien especial, Lenin alzando su pétreo brazo por el cielo de Berlín. 
Se acabó, se acabó todo. Las posibilidades, el placer, las excusas, los pretextos. TODO. No hay nada más allá, sólo un negro insondable como el alma humana. Esto me hace pensar en mundos paralelos, ¿qué hubiese pasado si de repente le hubiese tirado un café caliente por la cabeza culpa de mi torpeza? ¿Nos hubieramos conocido, es más, apreciado, querido, o me hubiese corrido a ostias? Mi imaginación se libera y entra en un mundo incomprensible de lo que hubiera deseado, de recuerdos que no son míos, de placeres que van y vienen ¡de falsas realidades adyacentes!
Hoy me ha dado por comparar la vida con un vaso de agua, nada del medio lleno medio vacío, no. Me refiero a cuando vas a un bar y pides educadamente un botellín, y en vez de traerte un vasito con tu agua natural te encuentras que la linda señorita deja ante tí miles de burbujas que recorren su vítrea superficie. Así es todo, así es la vida, un estúpido vaso de agua con gas cuando tu la quieres mineral. No sabes si la culpa es tuya o de la camarera, o del mundo en general, lo único que sabes, lo único que hay seguro, es que tu tienes ante tí un vaso de gaseosa.
Necesito un vaso de agua mineral, refrescante, limpiadora y que se vaya toda esta mierda que tengo en la boca.

Para mi yo del fúturo:
1584 - Ése es el número.

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