“Mátame, estoy dentro de tu cabeza ¿no te das cuenta? Puedes matarme ¡Pero seguiré en tu cabeza!” grita convincente. Su boca se abre, su horrible boca, sus dientes revueltos castañetean y hace una mueca imperceptible de felicidad extrema, casi orgásmica, que se hunde entre sus carnes.
-Nunca estaré solo, siempre lo tendré a él.- susurro abatido, comprendiendo la ignominiosa idea de que siempre tendré a un niño retrasado conmigo, un niño obeso embutido en un traje de payaso, con el maquillaje corrido por la cara por el mar de sudor que le recorre, un niño enfurruñado, cansado de todo, que no para de odiar, un niño horrible y obsceno, grotesco, una mancha para toda la humanidad, y que además no para de reírse, jamás para de reírse y nunca parará. Porque lo necesito tanto como él me necesita a mí, porque siempre estará en mi cabeza, y aunque me cueste decirlo, porque le debo muchas cosas, sin él jamás sería quien soy: un monstruo limpio.
Una entrada un poco bizarra, pero interesante jeje.
ResponderEliminarEn el fondo todos tenemos un monstruo dentro, la cuestión está más bien en si lo dejamos o no salir.
Saludos!