sábado, 1 de enero de 2011

Edredones en la oscuridad

No era la primera vez que me pasaba aquello, realmente, ese sentimiento de que debajo de mi no había nada, era bastante común en mi vida, pero esta era la primera vez que bajaba tanto ¡Y tanto! El colchón se estaba desquebrajando, una enorme grieta llegaba de lado a lado, se veían plumas por todos lados, salió disparado un muelle, y yo tapado de la cabeza a los pies, resguardado completamente bajo el edredón, intentando aferrarme a una esquina, agarrándome con uñas y dientes, pero nada dio resultado, lo que finalmente provocó que cayese a un vacío que nunca antes habría creído posible que hubiese bajo mi cama.
No sabría decir si el edredón estaba sobre mi o yo sobre él. Caíamos a una velocidad inaudita, bien por su rapidez, bien por su lentitud. Alrededor de mi se arremolinaban partículas de verde esperanza y de amarillo limón, rosa pasión y rojo chicle, veía literalmente el tiempo pasar y el viento me traía un agradable olor a iglesia.
Aunque un poco mareado por el incienso, decidí poner el edredón debajo de mí, para intentar amortiguar la caída. Tranquilamente, me recosté sobre la gruesa manta y miré hacia arriba. Y Ahí, en el oscuro cielo veía parejas de lágrimas que bailaban un vals y reían y lloraban y vivían hasta que en la negrura desaparecían para siempre, junto a ellas fuegos artificiales que decían bonitas frases de amor y ternura, decían “Te quiero” y “Te amo”,y, “tu y yo por siempre” y “bésame”, pero realmente, se desvanecían tan rápidamente como tardas en olvidar a quien se las dices.
Caía como Alicia a través de la madriguera del conejo, o como Dorothy por el tornado.

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