No sabría decir si el edredón estaba sobre mi o yo sobre él. Caíamos a una velocidad inaudita, bien por su rapidez, bien por su lentitud. Alrededor de mi se arremolinaban partículas de verde esperanza y de amarillo limón, rosa pasión y rojo chicle, veía literalmente el tiempo pasar y el viento me traía un agradable olor a iglesia.
Aunque un poco mareado por el incienso, decidí poner el edredón debajo de mí, para intentar amortiguar la caída. Tranquilamente, me recosté sobre la gruesa manta y miré hacia arriba. Y Ahí, en el oscuro cielo veía parejas de lágrimas que bailaban un vals y reían y lloraban y vivían hasta que en la negrura desaparecían para siempre, junto a ellas fuegos artificiales que decían bonitas frases de amor y ternura, decían “Te quiero” y “Te amo”,y, “tu y yo por siempre” y “bésame”, pero realmente, se desvanecían tan rápidamente como tardas en olvidar a quien se las dices.
Caía como Alicia a través de la madriguera del conejo, o como Dorothy por el tornado.
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