domingo, 2 de enero de 2011

Sushi


Intenta torpemente coger el sushi con los palillos, dejo que lo intente una, dos, tres veces, es realmente gracioso, el me mira e intenta mantener el tipo mientras sonríe. Es de la clase de persona a la que no le gusta quedar mal. Dudo un poco, pero cojo tiernamente su mano y le dirijo. No sé como se lo habrá tomado. No soy nada sutil y vuelvo a sonreír.
Un japonés comienza a cocinar delante de nosotros, charlamos tímidamente. ¿Qué quieres que te cuente? En toda esta historia sigue habiendo cosas que no funcionan, él no me entiende, es muy básico. ¡Simple! Ésa es la palabra. Me horroriza. ¿Me lo tomo a bien, como reto personal de encauzarlo por el camino sagrado de Haruki y Mae o eso generaría demasiadas diferencias? Es algo que me persigue, una pregunta larga e inconexa. No conoce al tito Woody, pero quiere ver Manhattan. Vamos por el buen camino.
El japonés corta sepia rápidamente y hace como que no nos oye. Me gustaría preguntarle ¿se me nota demasiado? Me gustaría ser él, y verme desde fuera, seguro que se me nota mucho. ¡Dios! No paro de mirarlo.
Lo prueba todo, y lo más extraño ¡le gusta! Disfruto viéndolo disfrutar, y tirito. Estoy cayendo en un pozo sin fondo y sigo sin saber si se ha dado cuenta de mis intenciones. Pero todo ha pasado tan rápido, no hace ni tres semanas del “accidente” y ya estoy aquí, cenando con él, intentando seducirle, seguro que no se ha dado cuenta todavía. ¡Segurísimo!
Sputnik mi amor le suena a chino, y Rubén Darío, y Warhol, y Wong Kar Wai. Pagamos y nos ponemos los chaquetones, cuando hace frío está aún más mono. Esperamos al autobús, hablamos de la vida y de la filosofía, prefiere no calentarse la cabeza, yo le digo que al fin y al cabo es lo mejor, y él al rato responde que tiene sueño.
El autobús llega vacío, nos sentamos juntos. Yo miro por la ventana, él cierra los ojos y tras probar varias posturas en el aire, se decide a apoyarse en mi.
¡Oh Dios! ¿Qué hago, le pregunto que qué hace, lo dejo estar, lo…?
-         ¿Te incomoda?
-         No… no… Solo es que… estás tiritando.
-         Tengo algo de frío.
Vale, a ver, pongamos cada cosa en su sitio. Que no se haya dado cuenta de todas mis indirectas sería casi imposible ¿no? Bien, partimos de ahí. Lo de apoyarse podría ser porque realmente tiene sueño, o porque quiere… en fin, eso, acercarse. ¿Dónde está María cuando la necesito? ¡Mierda! Sigue tiritando… Venga, va.
Lo abrazo, y él se acomoda aún más. No hay duda.
Lo despierto de su falso sueño al llegar a la parada. Él me mira desde abajo y me sonríe. Al salir está lloviendo, el autobús se va, la calle está desierta, hace mucho frío.
Alguien tiene que decir algo, se me pasan por mi mente frases absurdas y desestructuradas “podrido en Dinamarca huele algo”, soy como Yoda pero con más tipín.
-         Lo he… ehm… pasado realmente bien.
-         Si… yo, tu, uhm… ¡Si! Realmente bien.
-         Podríamos… repetirlo, algún día, alguna noche, o tarde o…
-         ¡si! O mañana, una mañana repetirlo podríamos también.
-         Podríamos… ir a mi casa. Tengo chocolate y… está lloviendo.
-         Creo que… ehm… no acostumbro a hacer esto ¿sabes? Yo siempre he sido de mujeres y vino y… eso. Y eso si. No quiero… hacerlo.
-         No… no. Quédate a dormir, simplemente.
Seguimos balbuceando durante unos diez minutos que se hacen tan largos como cortos, después, solo Dios sabe como terminamos besándonos y hablando de lo importante de la lluvia para los campos de secano. Finalmente vamos a mi casa.
Él no quiere hacer nada, yo, tampoco. Parece raro, pero es así. Dormimos juntos sí, en una cama de 2 x 90. Dormimos abrazados, como en el sushi abraza el salmón a las bolitas de arroz. Dormimos felices mientras llueve. Dormimos como de alguna manera u otra siempre habíamos querido dormir. Y a la mañana siguiente tomamos chocolate caliente mientras vemos Chungking Express arrebujados en una manta, separados del mundo y de la nevada exterior.

1 comentario:

  1. Esto ye muito curioso... Tengo una amiga que escribe muy pero que muy parecido a ti. Más siniestro, pero bastante parecido.

    Dios, la escena es brutal. Y bueno, ya el final... En fin, yo, por lo menos, siempre he soñado con una escena de éstas, mas, a joderse tocan, que perdí la llave del armario del Ikea y hasta los 18 no me la devuelven. Así que, apechugar, frente alta, mirada pa'rriba y "sonreíd y saludad, chicos, sonreíd y saludad".

    P.D. No sé si vendrá mucho a tema pero, visto lo metido que estás en la cultura japonesa y tal... ¿No te irrita cuando el analfabeto de turno se pone a imitar a un japonés y suelta "Fu jing tao xing zao chinito lalito"? Era para meterles dos ostias bien dadas.

    ResponderEliminar